“En Cristo también fuimos hechos herederos, pues fuimos predestinados según el plan de aquel que hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad, a fin de que nosotros, que ya hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, seamos para alabanza de su gloria. En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria.”
Efésios 1:11-14
Dios nos ha dado la mejor garantía, para ser preparados y sostenidos mientras se cumplen los tiempos que ha designado para establecimiento de Su Reino, y podamos recibir la herencia que desde el principio Él ha preparado para nosotros, esta garantía es Su presencia en nosotros, en la tercera persona de la trinidad, que es el Espíritu Santo, Dios mismo habitando no solo entre nosotros, sino en nosotros, capacitándonos, para ser sus testigos aquí en la tierra y así más personas puedan encontrar la esperanza que solo Él puede brindar; para que cuando los tiempos se cumplan, toda la creación, le rinda adoración y honor.
Hemos sido creados para un propósito eterno y es la “alabanza de Su Gloria”, cuando comprendemos lo que Dios ha hecho con nosotros, el pensarnos desde antes de la fundación del mundo, el Gran Eterno, el Gran Yo Soy, me ha pensado, me ha formado con un propósito, y me ha elegido para cumplir ese propósito aquí en la tierra, solo por el beneplácito de su voluntad, no queda más que rendirnos a sus pies y agradecer. La elección de Dios, solo nos puede demostrar su gran bondad y su soberanía sobre todas las cosas. Desde siempre, el plan de Dios fue formar un pueblo especial, en Jesús él ha formado a este pueblo, Él nos ha bendecido y nos ha preparado para rendirle alabanza y honor. Sólo Él es digno de recibir alabanza. La alabanza es la manera en que expresamos a Dios adoración. Esta alabanza es todo aquello que hacemos o decimos pensando en Él, demostrándole nuestro agradecimiento y amor. Le amamos porque Él nos amó primero. Nuestro amor hacia Él es en respuesta a lo que Él ha hecho por nosotros; escogernos como sus hijos desde antes de la fundación del mundo, para “alabanza de Su Gloria”.
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