MARCOS 4
“Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.”
Marcos 4: 26-29
Jesús vuelve a comparar el Reino de Dios, con la tarea de cultivar; el crecimiento de la semilla, no depende del que la sembró, y este crecimiento tiene etapas, definidas.
El reino de Dios, depende solo de Dios, no de nosotros, el plan de redención es su plan no el nuestro, nosotros como parte de su reino solo somos un instrumento para llevar a cabo la siembra de la semilla, que es el mensaje del evangelio, pero que esta semilla termine dando el fruto esperado solo depende del Espíritu Santo, es él que hace crecer la semilla del evangelio en los corazones de las personas.
Muchas veces, caemos en desanimo, pensando que lo que hacemos no sirve, o no hay el resultado esperado, y queremos hacer las cosas conforme lo que nosotros consideramos que deberían de ser, pero Dios nos ha amado desde antes de la fundación del mundo y ha pensado en nosotros, es Él, el que tiene ya decidido el tipo de crecimiento que tendrá cada semilla que nosotros depositemos en los corazones de los hombres. Así que trabajemos con gozo, aunque no veamos el fruto esperado, tal vez otro coseche lo que nosotros sembramos, eso no es lo importante, lo importante es hacer la voluntad del Padre, y que su mensaje de salvación sea escuchado en todas partes, y así poder dar honor y gloria al único que nos otorga gracia, misericordia, perdón y nos hace aceptos en el amado.
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