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  • Foto del escritorPara alabanza deSu gloria

JESÚS, POR SIEMPRE.




 

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.” Juan 1:1-5


En el evangelio de Juan, se hace énfasis cómo en ningún otro evangelio a la humanidad de Jesús. Juan nos presenta a un Jesús que no era una figura irreal, sino uno que experimentaba el cansancio de un cuerpo agotado, y de un corazón apesadumbrado. Es un Jesús humano en todos los sentidos. Por otra parte, no hay evangelio mas claro en cuanto a la presentación de Jesús, como Dios, que este.


Jesús desde siempre.

El Padre, de quien procede la existencia de todos y por quien todos llegaron a ser, no tiene por su parte origen alguno, y su propio surgimiento no es conocido sino por él. Este pasaje nos recuerda a las primeras palabras de génesis. Juan afirma que Jesús existía desde la eternidad, nos dice de su existencia en el comienzo; y su coexistencia con el Padre; Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:5); Jesús mismo nos dice de su preexistencia desde siempre, estaba con Dios en el principio, siendo Dios él mismo, e igual en todo, a Aquel de quien viene.


Jesús, creador.

Por medio de la palabra de Dios se crearon los cielos. Dios dio la orden y esta se llevó a cabo. “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.” (Génesis 1:3) Toda la creación, tanto animada como inanimada, está sometida a la palabra de Dios, por lo que Él puede utilizarla para cumplir sus propósitos. Su palabra es confiable, pues cuando Dios promete algo, se acuerda de cumplirlo. Su palabra es para siempre; nunca volverá a Él vacía.”Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” (Isaías 55:10-11). Jesucristo es llamado Verbo, haciendo alusión a la palabra creadora de Dios a su palabra reveladora, salvadora y a la sabiduría divina. Él estaba desde el principio y por Él fueron hechas todas las cosas. Esto nos demuestra cuán bien calificado estaba para la obra de nuestra redención y salvación. Jesús fue enviado para revelarnos el pensamiento de su padre al mundo.


Jesús, es la vida.

Jesús es, la fuente única de la vida verdadera, porque viene del Padre y está unido a él; esta identidad es el fundamento de su valor salvífico; de donde se deduce que la vida que él comunica a los creyentes es verdadera porque viene de Dios y es de Dios, es ese modo nuevo de estar y de obrar en el mundo que el Verbo de Dios ha iniciado en su “carne” para extenderlo, mediante el Espíritu, a cuantos confían en él. “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” (Ef. 5:1-2).


Jesús, es la luz.

Jesús es la luz de los hombres. Jesús se llama a sí mismo la luz del mundo, de manera que solo a través de Él podemos se llamados hijos de Dios. Jesús es esta luz que nos salva y hace huir al caos de nuestra vida; es el que revela cómo son las cosas. Nos muestra la vida con toda claridad, en su verdadero carácter y en su valor real. Nunca nos vemos hasta que nos vemos a través de los ojos de Jesús. Esta luz nos guía. El que no tiene esa luz anda en tinieblas y no sabe adónde va, cuando uno recibe a Jesús y cree en él, ya no anda en tinieblas.


Jesús es Dios.

Jesús es de naturaleza divina, es decir, que compartía la naturaleza divina de Dios Padre, pero sin ser la misma persona que el Padre. Jesús tiene un conocimiento especial y milagroso independientemente de lo que otros le pudieran decir. No tiene necesidad de hacer preguntas, porque ya sabe todas las respuestas. Sabía del pasado de la mujer samaritana, sin que nadie se lo dijera; sabía que Judas le iba a traicionar; y antes de que nadie se lo dijera ya sabía que Lázaro había muerto; Jesús actuaba con una independencia divina. Durante su bautismo Dios le reconoce como hijo y en más de una ocasión Jesús mismo dice que su Padre lo ha enviado. Jesús es indudablemente humano pero también es indudablemente divino.


Debemos estar convencidos de que Jesús es real y verdaderamente el Hijo de Dios. Esto quiere decir que debemos hacer una decisión en relación con Él. Tenemos que pensar en quién era Jesús. Aprender acerca de Él, estudiar su palabra, pensar en Él hasta llegar a la conclusión de que es el Hijo de Dios. Pero es mas que una convicción intelectual. Creer en Jesús quiere decir tomarle la palabra, creer sin lugar a duda que lo que Él dice es verdad; tener fe, es decir tener la convicción de que Jesús es el Hijo de Dios, la confianza de que todo lo que dice es cierto y así poder fundamentar toda nuestra vida sobre la seguridad inquebrantable de que debemos aceptarle como nuestro Señor. Cuando lo hacemos, dejamos de “existir” y empezamos a vivir. Nos enteramos de lo que quiere decir la Vida, con mayúscula, esa vida que cumple con el propósito de Dios para nosotros y que nos hace vivir plenamente a pesar de todo y de todos.

Él, es el alfa y el omega el principio y el fin. Él esta con nosotros por siempre, así lo declara su palabra, y es una convicción que vivimos día a día, por lo tanto disfrutemos esta vida que fue creada para nosotros por medio de la Palabra de Dios.

Oremos sin cesar que nuestros ojos sean abiertos para contemplar esta Luz, para que andemos en ella; y así seamos hechos sabios, para salvación por fe, en Jesucristo.

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